martes, 19 de agosto de 2014

CUENTO

ELLA BAILA SOLA

"Cuando quiero llorar no lloro,
y a veces, lloro sin querer"
Rubén Darío


Primero es la risa, después un desespero que me sube por las piernas hasta convertirse en un alboroto en las caderas y por último el baile incesante que nadie se atreve a detener. Los domingos, me levanto temprano, dejo a Carlos en su lectura de periódico virtual, antes lo interrogo sobre el desayuno, casi siempre se le antojan cosas que no pide los días de trabajo, por mi cuenta mataba el asunto con cualquier revoltillo de huevos y tostadas.
Del desayuno paso a los otros oficios, con Carlos en casa la alcoba es el último lugar, luego de barrer conecto la manguera y lavo el piso desde adentro hasta la terraza donde termino poniéndole el chorro a los vidrios de la ventana, el agua   pegadita al andén se esparce por toda la calle.

Los domingos son un rio de cerveza deslizándose por la garganta. A Carlos le gusta verme bailar pero no le gusta verme borracha. Avanzada la mañana aparece después del baño, con su pinta dominguera de pantalones cortos suéter de color  y tenis blancos, aun de esa manera deja ver a leguas su condición de licenciado, de profe como lo llaman todos en el barrio. La música aparece junto con Carlos, primero en sordina y baladas de los sesenta, luego un salto al bolero y  dos pesos más de volumen y con la salsa se abren también las primeras cervezas, cerveza en mano el oficio es otra cosa y las horas un enfrentamiento entre Diomedes Díaz y Oscar de León. Entonces se suma algún vecino.
El barrio es un lugar tranquilo y el apartamento algo grande para dos personas solas. Por encima de los techos, no muy distante se alza el cerro, los días de semana cuando Carlos sale para la universidad y quedo más sola, saco una mecedora a la terraza y me embobo mirando para el cerro, recuerdo cuando vivía cerquita y subía por los caminos tramposos. A Carlos tampoco le gusta que yo me ponga a recordar porque los recuerdos me entristecen mucho. No quiere que recuerde cuando yo era su alumna y él me buscaba por el kiosco a la hora del descanso, no quiere que recuerde nada, dizque porque   ahora la vida que llevamos es una vida nueva que nada tiene que ver con el pasado, pero mentira... los recuerdos son algo que siempre aparecen .

A Carlos le gusta la música pero no sabe bailar, por eso  me acostumbré a bailar sola, él se queda mirándome y noto que goza como si el también bailara. Así se la pasa, poniéndome música para verme bailar, yendo y viniendo del refrigerador, pero esperando siempre que le diga que ya no quiero más cerveza. Los vecinos acompañan buen rato pero al final quedamos siempre  solos, el sentado mientras yo bailo.
Cuando  era su alumna  vivía   con mi madre en un cuarto  arrendado en la casa de una señora que tenía piezas en el patio. Yo estudiaba bachillerato y mamá trabajaba de barredora en un almacén de repuestos para carros, nunca supe si era cierto, pero la gente comentaba que mama era mujer del dueño. Eso, la verdad es que nunca me  importó, para mí era la mejor madre del mundo y digo era porque ahora que vivo con Carlos, que soy su mujer a pesar de no ser su esposa, ya mi madre no está conmigo. Mi madre  decía que  su infancia la había pasado en el cerro, por eso a veces cuando en los días de semana me siento sola, salgo a la terraza y desde el mecedor  no dejo de mirar esa loma verde que a veces se pinta de amarillo por las hojas envejecidas de los guayacanes.
Carlos a mí me conoció bailando. En el colegio yo era del grupo de danzas  y él,  profesor de Biología y Química, a él no le convienen mis recuerdos. Cuando reventó el escándalo mi madre lo denuncio y el caso salió hasta en los periódicos,  a mí me sacaron del colegio y a él se le enredó el matrimonio y el empleo. Yo hablé con mi mama para que le quitara la denuncia y Carlos terminó trabajando en una universidad y viviendo conmigo.
 No me imaginaba que fuera tan buena para el baile, cuando el Profe de danzas entró al salón para preguntar quién quería participar en el grupo de baile, yo me quede pensando, cuando dijo que el requisito era estar bien en todas las materias yo me quede pensando, me quede pensando cuando informó que quienes nos sintiéramos con ganas de participar fuéramos en horas de descanso al salón de actos, la verdad es que nunca me imaginé que fuera buena para el baile, me metí en esa vaina porque mi amiga del alma decidió meterse  y nosotras éramos las dos para  lo que se presentara, nos decían las mellas. En el grupo también me tocó bailar sola, el profe fue formando las parejas y al final se encontró conmigo, a  usted mientras tanto le toca bailar sola, si aparece un parejo ya sabe que es el suyo, pero el parejo  nunca apareció, o mejor dicho apareció pero no sabía bailar.
El barrio es tranquilo a pesar de que hay gente que jode por todo, a Carlos se la tienen montada por el cuento del agua de la casa que corre por la calle los domingos, pero a mí eso me importa un carajo porque al final no como con ninguno y si  no me quieren dirigir la palabra allá ellos, que metan la cabeza en el inodoro si es que tampoco me quieren ver. Carlos  va poniendo la música que a mí me gusta, pero a veces me pone unos temas que no me mueven  y entonces me siento un ratico, el aprovecha para abrazarme y acariciarme, yo lo dejo, pero  también me da rabia.
Esa vez cuando terminamos la presentación en el parque en la celebración del bicentenario me le escapé al profesor de danza, dicen que el pobre me buscó como un loco por todo el centro, yo me había escurrido por debajo de los balcones adornados con la bandera de Cartagena y me metí en el lugar donde Carlos me dijo que lo esperara, niña y usted a quién espera, me preguntó la mujer que entraba y salía de los cuartos, no le contesté una palabra y seguí sentada en el sofá grande ubicado junto a la escalera. Cuando Carlos llegó empecé a sudar frío y apreté contra mi cuerpo el maletín donde llevaba los libros y el uniforme del colegio, la mujer se paró frente a nosotros y nos quedó mirando, aquí no aceptamos menores de edad, Carlos la jaló hasta un rincón y conversó con ella, la mujer le entregó una llave y le dijo que era de la pieza número siete, ese día no era domingo.
Carlos se alegra cuando  apago el equipo y le digo que no quiero más cervezas, se alegra porque sabe que de seguir  tomando soy capaz de volver a plantarme en mitad de la calle botella en mano y con el pelo alborotado, como la vez  que primero mandé a comer mierda a todos los vecinos y les grité que se metieran  su hijueputa calle por el culo, con una borrachera que me alcanzó hasta para quitarme la ropa y atrapar entre los dedos el estadio que tengo entre las piernas y gritarles que  sentían  envidia porque Carlos se lo comía  sólito, que yo no era como otras mamasantonas que andaban repartiéndoselo a más de uno. Y cuando Carlos muerto de la pena trató de devolverme a empujones para adentro de la casa, le dije en su cara que él también era otro malparido,  que no fue capaz de aguantarse las ganas con una niña de quince años, que no tuvo escrúpulos para dañarme la vida para siempre. Carlos se sentó a llorar en la entrada, mientras yo encuerita en plena calle continuaba con mi algarabía, advirtiéndoles que conmigo la jugaran fino, porque yo podía estar viviendo en este barrio al lado de un profesor con cara de marica, pero que era de allá de ese cerro donde para sobrevivir había que tenerla bien puesta.
Mama se llenó de dolor cuando le dije que  estaba embarazada, y ese mismo dolor la mantuvo  como idiotizada, no se daba cuenta de lo que hacía, eso  pasó cuando atravesó la avenida distraída, el carro  venía a toda velocidad y  la dejo sin vida tirada en el pavimento caliente de las tres de la tarde. Con los días y por ese mismo dolor de saberla muerta  un stress me llevó al aborto y el aborto a  la desgracia de no poder ser madre jamás. Carlos para lavarse las culpas me compró esta casa  grande donde a pesar de tantos espacios no tiene un lugar para la felicidad.
…primero me va entrando la risa y al igual que el baile no puedo detenerla y es  que tengo que reír porque de lo contrario me  tocaría llorar y llorar…

De: GREGORIO ALVAREZ ARIZA
Mayo de 2014.


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